Con demasiada frecuencia se habla de las residencias desde el desconocimiento y el miedo a cómo viviremos nuestra propia vejez. Por este motivo, en este artículo queremos desmontar tópicos y prejuicios sobre los centros residenciales para personas mayores.

Envejecer no significa renunciar a una vida digna, con amor propio, valentía y autonomía. Debemos aceptar que se trata de una nueva etapa que hay que vivir de otra manera, asumiendo nuestras limitaciones y aprovechando los apoyos que necesitemos.

La experiencia nos otorga la capacidad de tomar nuestras propias decisiones, y tenemos todo el derecho a vivir la vida plenamente. Las residencias no son espacios tristes ni impersonales, sino comunidades vivas, abiertas al entorno y conectadas con los barrios y las Áreas Básicas de Salud. En estos centros trabajan equipos de salud que velan por la promoción y prevención, los cuidados y los tratamientos médicos a lo largo de todas las etapas de la vida.

Todos tenemos recuerdos ligados a nuestro hogar: momentos compartidos, rutinas familiares, pequeños placeres como cocinar una receta querida, ver una película en el sofá o escuchar la música que nos ha acompañado toda la vida. Forman parte de quiénes somos y de las etapas que hemos vivido.

Pero con el paso del tiempo, la realidad puede cambiar. La casa puede volverse demasiado grande… o demasiado silenciosa. Quizá surjan dificultades de movilidad o en la gestión del día a día. Y las familias, a pesar del cariño, muchas veces no pueden asumir todos los cuidados debido al ritmo de vida actual: jornadas laborales intensas, responsabilidades familiares, falta de tiempo...

Ante este escenario, vivir en una residencia no es una renuncia, sino una nueva oportunidad para recuperar calidad de vida. Un entorno que ofrece acompañamiento, actividad, relaciones sociales y atención personalizada. Lejos de los tópicos, las residencias pueden ser espacios llenos de vida, respeto y calidez.

Es hora de romper mitos: vivir en una residencia no es lo que imaginas.

  • "En la residencia se pierde la libertad"

    El equipo de profesionales no impone, sino que acompaña. Eres tú quien decide y elige qué quieres hacer, cómo organizar tu día a día y en qué actividades quieres participar. Incluso puedes opinar y formar parte de las decisiones del centro.

    Un equipo interdisciplinar cualificado —formado por terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas, psicólogos, educadoras y trabajadoras sociales— planifica actividades adaptadas a las necesidades y preferencias de cada persona: musicoterapia, talleres de manualidades, estimulación de la memoria, gimnasia, espacios culturales, debates, actividades intergeneracionales, salidas y colaboraciones con entidades del barrio.

  • "Las residencias son tristes e impersonales"

    Los edificios residenciales han evolucionado igual que las ciudades. Hoy en día existen nuevos modelos residenciales con una decoración y entornos cálidos y acogedores, así como espacios exteriores para pasear, tomar el sol, hacer jardinería o gimnasia suave.

    Las habitaciones se pueden personalizar: llevar cuadros, recuerdos u objetos queridos ayuda a convertir el espacio en un lugar íntimo y familiar, adaptado a los gustos de cada residente.

  • "Solo van las personas que no pueden valerse por sí mismas".

    En las residencias conviven personas con diferentes grados de autonomía. Algunas salen a pasear o a comprar por su cuenta, y otras lo hacen acompañadas por familiares o profesionales del centro.

    Muchos residentes han elegido vivir allí por voluntad propia, para sentirse acompañados por personas que se encuentran en la misma etapa vital, con servicios garantizados similares a los de un hotel: alimentación, lavandería, limpieza y una atención personalizada y constante por parte del equipo técnico y sanitario. Todo ello permite mantener una vida activa y plena.

  • "Es un lugar de abandono familiar".

    Este es uno de los prejuicios más injustos y dolorosos. Las familias están muy implicadas en el día a día de los centros y pueden participar en la toma de decisiones y en las mejoras del funcionamiento.

    Vivir en una residencia no significa desconectarse de la familia. Las visitas son libres, se pueden hacer llamadas, y cada vez hay más actividades diseñadas para compartir con los familiares, especialmente en fechas señaladas como la Navidad, aniversarios, Semana Santa o fiestas locales.

Conclusión

Vivir en una residencia puede aportar muchos beneficios:

  • Sentirse acompañado y hacer nuevas amistades.
  • Disponer de tranquilidad y seguridad médica, con una alimentación equilibrada.
  • Olvidarse de las tareas del hogar y las gestiones domésticas.
  • Participar en actividades adaptadas a las capacidades de cada persona y mantenerse activo.
  • Vivir con calidad, respetando las decisiones, gustos y preferencias personales.

Envejecer no es un problema, sino una nueva etapa que se puede disfrutar plenamente, con apoyo y comprensión. Elegir vivir en una residencia es una decisión personal, valiente y digna. Es una forma inteligente de planificar el futuro con optimismo, rompiendo mitos y deshaciéndonos de ideas antiguas y equivocadas.

 

Centro Residencial Font dels Capellans