A menudo se escuchan conversaciones en las que la tónica general es decir: "Yo lo que quiero es ser feliz", "yo lo que quiero es estar tranquila"… pero, ¿qué es la felicidad? ¿En qué consiste sentirse feliz? La respuesta la sabemos todos, lo que ocurre es que nunca nos hemos parado a reflexionarla con profundidad.
Hoy queremos reflexionar sobre este tema y explorar cuáles son las necesidades fundamentales que nos ayudan a vivir con bienestar, desde la infancia hasta la vejez.
Una mirada a la infancia
Cuando nacemos, dependemos completamente de los demás. Las personas que nos cuidan nos proporcionan todo lo que necesitamos: contacto físico, alimento, seguridad y amor incondicional. Sentimos el tacto de la piel de nuestros padres, la voz de los abuelos, el alimento que nos ponen en la boca; sentimos el amor incondicional de las personas que nos rodean. Esta etapa inicial está marcada por una protección absoluta que nos permite vivir sin miedo y disfrutar plenamente del momento presente.
Pero, ¿qué ocurre a medida que crecemos? Poco a poco, adquirimos independencia: aprendemos a caminar, hablar y tomar decisiones. Sin embargo, seguimos necesitando aquello que nos hace humanos: amor incondicional de las personas que nos quieren, vínculos y sentido de pertenencia. A medida que avanzamos en la vida, estas necesidades evolucionan, pero nunca desaparecen. La necesidad de amor siempre está presente en nuestra vida.
Las 5 necesidades básicas para el bienestar
Investigando sobre las necesidades básicas que una persona tiene para sentirse bien, encontramos que hay cinco áreas esenciales que necesitamos cubrir:
IDENTIDAD
Cada persona es única e irrepetible. Por tanto, cada uno tiene su propia identidad. Nos vestimos de una manera específica, nos gustan cosas concretas, caminamos de forma diferente, hablamos con un tono de voz particular… y ser fieles a nuestra identidad nos da seguridad, confianza y autoestima. La identidad pasa por diferentes etapas en la vida porque los gustos y hábitos cambian, pero siempre hay algo que nos hace distintos del resto de la humanidad. Mantener esta conexión con quienes somos es vital.
VINCULACIÓN
A lo largo de la vida creamos vínculos con otras personas. Algunos vínculos nos vienen dados (como la familia), pero otros los formamos nosotros mismos (como las amistades en la escuela, los compañeros de trabajo o los del deporte). Lo importante es que, aunque nos guste la soledad, creamos vínculos con otros. Esto nos ayuda a socializarnos, a compartir momentos bonitos y también a sentir compañía y apoyo en los más difíciles.
OCUPACIÓN
El ser humano tiene la necesidad intrínseca de sentirse útil en la vida. Todo lo que hacemos en nuestro día a día tiene un sentido, y cuanto más claro tenemos ese sentido, más tranquilos nos sentimos. Cuando logramos cumplir objetivos, cuando tenemos un propósito de vida, cuando tenemos un trabajo, un hábito… en definitiva, cuando sabemos qué hacer y para qué hacerlo, nos sentimos satisfechos con nosotros mismos. Saber que lo que hacemos tiene un sentido nos llena de ilusión y energía para afrontar la vida con entusiasmo.
CONFORT
Sentirse cómodo donde estamos es de vital importancia para el ser humano. Una persona que trabaja en una oficina diariamente estará mucho mejor si utiliza una silla cómoda en lugar de una rígida e incómoda. ¿Quién no ha ido a elegir el sofá de su casa pensando en la comodidad? Buscamos bienestar físico en todas partes. No es algo superficial: ayuda a nuestro cuerpo y mente a mantenerse tranquilos y en equilibrio.
INCLUSIÓN
Sentirnos parte de un grupo es fundamental. Ya sea una familia, un equipo de trabajo o un colectivo social, la sensación de pertenencia nos da seguridad y valoración. Cuando nos tienen en cuenta, sentimos que somos importantes y valorados.
A medida que envejecemos
Cuando somos niños, estas cinco necesidades suelen estar cubiertas de manera natural. La infancia es PRESENTE, y los niños (en general) tienen estas necesidades satisfechas, lo que les hace sentirse seguros, tranquilos y vivos. Pero, ¿qué ocurre a medida que envejecemos? Muchas veces, estas necesidades se descuidan, causando tristeza o incluso depresión. ¿Cuántas personas mayores hemos visto que ya no son tocadas con cariño, que se sienten inútiles o que no pueden decidir por sí mismas?
Las personas mayores también necesitan abrazos, reconocimiento y amor. Necesitan sentir que son útiles, que tienen valor y que forman parte de algo.
Soy enfermera geriátrica de profesión y vocación, y a diario veo personas mayores infelices. Me duele porque, cuando conoces su historia de vida, te das cuenta de que no siempre fue así; simplemente ahora tienen alguna de estas necesidades sin cubrir. A veces, son cosas muy simples:
- ¿Por qué, cuando envejecemos, ya no nos tocan con amor?
- ¿Por qué la sociedad nos aparta como si ya no sirviéramos para nada?
- ¿Por qué, cuando somos mayores, nos ponen ropa que nunca elegiríamos?
- ¿Por qué nos hacen creer que no podemos volver a enamorarnos?
- ¿Por qué no podemos ser parte de un colectivo?
- ¿Por qué ya no se valora que sigamos siendo nosotros mismos?
Ser mayor no debe ser sinónimo de inutilidad. Al contrario, debe ser sinónimo de sabiduría, alegría (porque llegar a ser mayor en buen estado es un lujo), fortaleza y experiencia.

Luchemos para que las personas mayores que viven en sus domicilios o en centros residenciales puedan seguir siendo ellas mismas, con sus características que las hacen únicas; que puedan estar vinculadas a otras personas, que se sientan útiles, aunque sea yendo a buscar el pan o el periódico, haciendo un puzzle o manteniendo una conversación. Que puedan tener las comodidades que merecen y que se sientan queridas, valoradas por los demás.
Quizás pienses que esto es muy bonito de decir, pero muy difícil de poner en práctica. Yo te digo que no. En un minuto se puede hacer lo mismo de una manera muy diferente. Cuando nos hacemos mayores, necesitamos que nos abracen. Tenemos arrugas, pero no se contagian. Necesitamos que nos den las gracias, necesitamos que nos valoren, necesitamos que nos pregunten las cosas, que no decidan por nosotros siempre que podamos decidir, necesitamos sentir que todavía nos quieren.
Un ejemplo inspirador: Las Zonas Azules
Hay un documental muy interesante en Netflix llamado “Vivir 100 años: Los secretos de las zonas azules”, que muestra comunidades donde las personas viven más de 100 años con felicidad. ¿El secreto? Mantienen cubiertas las cinco áreas del bienestar durante toda la vida. Esta es la clave para vivir plenamente.
Cuidémonos unos a otros y luchemos por un futuro donde las necesidades humanas se respeten en todas las edades. “Me siento bien cuando me importas”. Hagamos que esta sensación sea una constante, desde la infancia hasta la vejez.
Maite Ferré - Enfermera y Directora del Centro Residencial Colònia Güell (Santa Coloma de Cervelló)